Una viuda, en una historia que me ha perseguido por años, no se parecía en nada a su esposo. Su esposo fue un hombre que trabajó muy duro por su dinero y sentía que ya que el lo había ganado, el debía quedárselo solo para el. Guiado por esta brújula moral, el también esperaba que su honorable esposa alineara sus propios valores para concederle su último deseo. En el funeral de su esposo, sin embargo, ella encontró una forma de conservar su integridad y concederle su deseo al mismo tiempo, y la idea es muy brillante…
“Allí estaba un hombre que había trabajado toda su vida y ahorrado todo su dinero.
El era muy avaro con respecto a su dinero. El amaba el dinero más que a nada, y justo antes de morir le dijo a su esposa, ‘Ahora escucha, cuando yo muera quiero que tomes todo mi dinero y lo pongas en mi ataúd conmigo. Porque quiero llevarme todo mi dinero al otro mundo..’
Así consiguió que su esposa le prometiera con todo su corazón que cuendo el muera ella pondría todo su dinero en el ataúd con el cuando el muriera.”
“El estaba acomodado en el ataúd, la esposa estaba sentada de luto junto a su mejor amiga. Cuando terminaron la ceremonia, justo cuando se predisponían a cerrar el ataúd, la esposa dijo, ‘¡Esperen un momento!’
Ella tenía una caja de zapatos consigo, se acercó con la caja y la puso en el ataúd. Entonces cerraron el ataúd y se lo llevaron.”
“Su amiga dijo, ‘Espero que no estés lo suficientemente loca para poner todo ese dinero allí adentro con ese hombre tan tacaño.’
Ella dijo, ‘Si, lo prometí. Soy buena Cristiana, no puedo mentir. Le prometí que pondría ese dinero en el ataúd con el.’
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‘¿Quieres decir que pudiste cada centavo de su dinero en el ataúd con el?’
‘Si, ciertamente,’ dijo la esposa. ‘Lo junté todo, lo puse en mi cuenta bancaria y le escribí un cheque.’ ”